La terrible situación de Doñana tras 25 años del desastre de Aznalcóllar

25 años después del mayor desastre ecológico acontecido en Doñana, el Parque Nacional se enfrenta a nuevas amenazas que pueden suponer el golpe definitivo para su ecosistema único de humedales.

En la larga lista de sinsabores de la reciente historia de del Parque Nacional de Doñana como humedal protegido, sobresale el dramático episodio del 25 de abril de 1998. Así, hace 25 años, la balsa minera de la empresa sueco-canadiense Boliden-Apirsa, en el municipio de Aznalcóllar, colapsaba derramando 5 millones de metros cúbicos de lodos tóxicos y aguas contaminadas. La riada, cargada de metales pesados, desbordó el cauce del río Guadiamar y se dirigió rumbo a Doñana arrasando todo a su paso.

Tras enormes esfuerzos por evitar su entrada en el corazón de la marisma se consiguió detener justo a las puertas del parque nacional. Detrás de si quedaban 60 kilómetros de riberas anegadas por un barro tóxico, 4.600 hectáreas de cultivo y pastizales arruinados, decenas de acuíferos subterráneos y marismas contaminadas, 26 toneladas de peces muertos, centenares de aves afectadas y miles de puestos de trabajo perdidos. 

LOS NUEVOS RETOS DE UN PARQUE NACIONAL AMENAZADO

Tras las conmoción del suceso, gracias a la respuesta rápida de distintas administraciones y asociaciones Doñana se libró, casi milagrosamente, de un vertido tóxico que podría haber arruinado todo el ecosistema durante décadas. Sin embargo, desde entonces se vienen acentuado nuevos problemas que podrían conducir al humedal hacia un posible punto de no retorno.

Esta es al menos la opinión del responsable de la oficina técnica de la asociación conservacionista SEO/BirdLife en Doñana, Carlos Davila, quien expresa que «el parque nacional se halla en una situación crítica, inmersa en una tendencia de pérdida de biodiversidad sin precedentes debido a la falta de gobernanza histórica y mala gestión hídrica, a la que se suman los efectos de un ciclo seco que dura diez años consecutivos y la falta de consenso ante el marco legal que debería regular las actividades económicas en la región». 

AVES; UN INDICADOR DE LA SALUD DE DOÑANA

Uno de los mejores indicadores de la degradación ambiental de un espacio natural es la pérdida de biodiversidad y concretamente, en Doñana, la evolución de las poblaciones de aves acuáticas se antoja un excelente termómetro para medir con datos objetivos la calidad ecológica del ecosistema.

Es precisamente con este objetivo que nace el Informe sobre el estado de conservación de las aves acuáticas en Doñana, publicado por SEO/BirdLife, y en el que se da cuenta de las tendencias poblacionales para las especies de mayor interés para la conservación, catalogadas como amenazadas y que forman parte de los valores por los que Doñana ha sido reconocida bajo distintas figuras de protección. También ahonda en la situación actual de las poblaciones de aves acuáticas comunes para las cuales Doñana ha supuesto un área de reproducción e invernada crucial en Europa. Además, recopila y analiza las presiones y amenazas más relevantes que se ciernen sobre estas poblaciones, y asimismo plantea una serie de actuaciones que permitirían mejorar su estado de conservación. 

De este modo, basándose en los datos obtenidos durante las dos últimas décadas por la Estación Biológica de Doñana adscrita al Centro Superior de Investigaciones Científicas (EBD-CSIC) de dicho informe se desprende que la mayor parte de las especies avícolas del parque se encuentran en una situación extremadamente preocupante.

Así, en la actualidad han desaparecido aves reproductoras como el fumarel común, el porrón pardo y el avetoro. Otras aves, como la cerceta pardilla, en peligro crítico de extinción, continúa con una tendencia negativa. En el caso de la focha moruna, el número de parejas reproductoras, que a principios de siglo se contaban en más de 100, se ha reducido a 2 en 2022. Y entre las rapaces destaca la ausencia del aguilucho lagunero occidental, una especie que muestra una de las tendencias regresivas más preocupantes de los últimos años.

Los datos también señalan tendencias descendentes sobre otras especies icónicas como la pagaza piconegra o algunos representantes de la familia de los charranes. Sin embargo, el declive de especies más comunes, como pueden ser garzas, espátulas o el ánsar común, no hacen sino remarcar la clara tendencia lineal negativa experimentada por el parque nacional en cuanto a la pérdida de biodiversidad durante los últimos 18 años. 

UNA TORMENTA PERFECTA ANTE LA FALTA DE CONSENSO 

“Estos datos alertan sobre la degradación ambiental de Doñana. La marisma ha permanecido completamente seca durante la actual primavera, por lo que 2023 supondrá una nueva temporada catastrófica para la avifauna acuática de Doñana«, expresa Davila.

«Y aunque este año se suma la ausencia de precipitaciones, la primavera silenciosa que estamos sufriendo en Doñana responde a un conjunto de problemas de gestión del espacio de diversa tipología y alcance: desde los derivados de la gestión del agua en la zona, a cuestiones mucho más fáciles de resolver, como el uso público de determinadas áreas; cambios en el manejo de las especies; acuerdos con propietarios y una gestión de la ganadería basada en criterios ecológicos», continúa.

«Lo que está claro es que para recuperar los niveles de encharcamiento óptimos para la reproducción de las aves en la marisma tanto durante esta como en las próximas primaveras, es preciso abordar este conjunto de problemas de forma coordinada e integral por parte de todas las administraciones, los sectores productivos y las comunidades locales. Todo ello considerando, además, el escenario de cambio climático en el que estamos inmersos». 

AZNALCÓLLAR Y EL GUADIAMAR EN 2023

La catástrofe de Aznalcóllar, acaecida en el peor momento del abril de 1998, en plena época de reproducción de miles de aves, motivó la respuesta urgente de diversas asociaciones para la conservación de la naturaleza, entre ellas SEO/BirdLife, desde las cuales se colaboró con el Parque Nacional y Natural de Doñana coordinando un dispositivo de recogida de huevos y pollos afectados. Se realizaron también censos de especies para conocer el alcance del desastre en la avifauna y se atendieron a los ejemplares depositados en los centros de recuperación de fauna.

Carlos Davila, también uno de los responsables de la coordinación durante la campaña declara que “la limpieza y posterior restauración ambiental de los terrenos afectados llevada a cabo por la Administración ha permitido la recuperación ambiental de la cuenca del Guadiamar en estos últimos 25 años.» «Sin embargo, la sombra del peligro se cierne sobre el humedal como un estigma perpetuo», continúa. «En Doñana no se ha cumplido la máxima de ‘quien contamina paga’ ya que la empresa causante del desastre ha esquivado hasta la fecha su responsabilidad en los juzgados y no ha llegado a abonar los 132 millones que le reclaman las administraciones. Además, la aprobación de un  nuevo proyecto minero es un asunto sobre el que seguimos vigilantes».

«Paradójicamente -concluye Davila– la situación hídrica ahora es tan grave que si se rompiese de nuevo la balsa de Aznalcóllar no habría huevos de aguilucho lagunero o garzas imperiales que salvar”.

Fuente: National Geographic